lunes, 23 de abril de 2007

Prince - 3121

Umvd Labels - 2006


En alguna época hubo una pseudo batalla por el reinado del pop entre dos grandes músicos negros: Prince y Miguelito Jackson. Como buen desubicado estético (criado a fuerza de mezclar The Beatles con Los del Suquía con Little Richard con Para bailar en jeans - Volumen 4 con Black Sabbath con Nino Bravo con...) hinchaba por el ahora cuasi blanco muchacho del sombrero negro y la caminata lunar. De Prince me desagradaba su andar de petiso fanfarrón, su ropa estridente, su cuidado extremo por parecer lo que estaba seguro de ser: un verdadero genio. Lo primero que me dio vuelta la cabeza fue su monumental Sign'O'Times. Y le siguieron otros anteriores y otros posteriores hasta que se le dio por ser resumir su nombre (con lo que ello implica) en un simbolito y hacerse llamar El Artista. De ahí en más, el gatillo de mi prejuicio se disparó -una vez más- para quitarle lugar al morocho fanfarrón de Minneapolis.

3121, es un puente entre aquel Prince espumoso (en el sentido más champagne del término), brillante (en el amplio sentido de estrella) y canchero que parece haber dejado que la música negra deviniera para, una vez más, reaparecer y decir: "Esto ya fue tocado alguna vez por mí... Y si es nuevo, puedo hacerlo mejor". Sonido urbano, sonido pop, funk a rabiar y Maceo Parker como músico invitado completan una obra que suena compacta, renovada/renovadora, fantástica de comienzo a fin. Pero siendo que nada es perfecto, los abusos de El Artista hacen que se haya incluido en el álbum el tema Te amo, corazón donde Prince pierde por goleada con el bolero. Nada que saltearlo en la escucha no pueda solucionar, ¡voto a Manzanero!


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lunes, 16 de abril de 2007

Lobos

Ya no debería sorprender que los políticos en época de campaña hagan, a ojos de los ciudadanos, lo que jamás hubieran hecho en otras circunstancias. Ya no debería sorprender el show (en el estricto sentido de la exhibición ostentosa y pública) de la degradación del respeto por el sujeto. Alguna vez, hace muchos años, mi amigo el Dr. Negro Nagra me decía que quería hacer una lectura semiológica de los espacios políticos de la ciudad. Aquella vertiginosa idea se le apareció una tarde en el barrio de Barracas cuando, en una pared, vio la pintada "Luche y vuelve", en alusión a la operación Retorno del General Perón; una proclama política de más de 15 años de antigüedad en aquella época. Si nadie la había tapado con otra, si nadie la había eliminado -sostenía- era porque ese espacio ya no era codiciado por los movimientos políticos post dictadura. Ya no se jugaba en cada calle, en cada pared el destino de este país. Sólo en las grandes avenidas, en las grandes concentraciones urbanas, en los medios de comunicación. Esa pérdida del espacio de discusión, ese abismo político, se profundizó durante los últimos años al punto de -al contrario de lo que sucediera en los principios de la década del '80- ya no preguntarse por la "plataforma política" de un candidato, de un partido, sino digerir los balbuceos de oficialistas y opositores y ver cuál resulta de mayor tolerancia para el hígado ideológico de cada quien. Es, en definitiva, una traza de la brecha que ha alejado a la raza de los políticos del resto de los mortales. Pero toda comodidad ideológica esconde el alto precio que debe pagarse por ella. Es cómodo declamar que se vayan todos, es cómodo decir que todos los políticos son inmorales, indignos del poder que detentan. Y es cómodo, básicamente, porque la declamación quita de la escena de discusión (incluso la que uno tiene consigo mismo) la responsabilidad de cada uno en que este país sea lo que es. Como artilugio de la culpa, la simulación de la inocencia; la impotencia expresada en el "no puedo hacer nada al respecto", el clásico "yo de política no entiendo"; el falso "jamás pensé que se iba a convertir en esto"; el voto electrodoméstico, el voto en cuotas fijas, el voto de las vacaciones en el exterior; no son más que algunas de las tantas formas que tiene uno de las peores consecuencias del exterminio de los movimientos populares: el argentino convertido en cordero. Desde el asesinato sistemático de los anarquistas a comienzos del siglo pasado hasta los 30.000 desaparecidos de la última dictadura genocida, el "no te metas", el "algo habrá hecho" y todas sus derivaciones no hacen sino evidenciar el profundo miedo de la sociedad argentina. Y se sabe: a los lobos les gustan los corderos. Estos viejos nuevos políticos me recuerdan a los lobos de La ley de la vida, el extraordinario cuento de Jack London. Lobos que acechan al mentado (y mentiroso) Ser Nacional a semejanza de esos otros de ficción que esperan que se apague el círculo de fuego que los mantiene alejados del viejo Koskoosh -abandonado por su tribu en medio de la nieve- para devorarlo sin piedad. El argentino acepta, votando el mal menor, ser devorado por esos lobos; ser el alimento de la manada que perpetuará lobos para que busquen a lo largo de la historia a todos los viejos Koskoosh, albergando el sueño de un fuego eterno, una llama votiva; fuego que se extingue; aliento de lobos.

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jueves, 12 de abril de 2007

Goldfrapp - Black Cherry

Mute - 2003


No sé si es la edad, pero los discos que comienzan con acordes de sintetizadores produciendo un sonido estridente, zumbón, con un fondo de crepitar, me predisponen mal. Como en mi primer approach a Black Cherry, suelen tener como efecto secundario la cancelación automática e inmediata de la escucha. Efecto secundario que hace que algunas veces me pierda de pasar un buen rato. Sí: o tuve paciencia por partida doble o estaba distraido en otra cosa, pero mi oído sorteó mis tontos escollos y se encontró con que transmitía melodías cargadas de magnetismo: el pié moviéndose al ritmo del dúo británico y de la voz de Alison Goldfrapp que flamea susurrante a partir del track que le da el nombre al disco. Lo que se ve en la tapa, se escucha: el retomar la estética de los '80 para pasarla por el tamiz del destello de la música electrónica. Black Cherry no cambió ni cambiará el rumbo de la música pero resume en su potencia y claridad una gran verdad de la vida: nadie como los ingleses para la música pop.


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